Si volvemos
el tiempo a los primeros meses de 2.020, el mayor problema que tenía la
industria era encontrar pilotos suficientemente capacitados.
Dejando a un
lado los problemas con el 737 Max, Airbus y Boeing comenzaron el año con grandes
retrasos en los pedidos, ya que el apetito mundial por los aviones y los
pilotos para volarlos amenazaba con superar la capacidad de la industria para
construirlos.
En la
exhibición aérea de París en 2.019, el entonces presidente ejecutivo de Boeing,
Dennis Muilenburg, advirtió que la creciente escasez de tripulaciones de vuelo
era uno de los mayores desafíos que enfrentaba el sector.
Un pronóstico del fabricante predijo que se necesitarían 800.000
pilotos en los próximos 20 años para satisfacer la demanda.
La crisis
del coronavirus, que hasta entonces había afectado principalmente a las
empresas de países asiáticos, golpeó la economía
mundial.
Las
cancelaciones masivas de vuelos, seguidas por el cierre de fronteras, llevaron
a muchas aerolíneas a recortar o suspender todo menos las operaciones de carga
y los vuelos de repatriación.
Cientos de
miles de pilotos han sido
despedidos, suspendidos u obligados a tomar reducciones salariales.
Prácticamente
todos los pilotos comerciales del mundo enfrentan un futuro incierto.
Desde una
industria desesperadamente escasa de aviadores, la situación se ha revertido en
cuestión de semanas, con el agotamiento de los ingresos y las aerolíneas
buscando preservar el efectivo y reducir los costos fijos, incluidos los
salarios.
La situación
difiere de una compañía a otra, de un país a otro, y está cambiando a diario.
Muchos
gobiernos han intervenido con una variedad de paquetes económicos para apoyar al sector de
la aviación amenazado con el colapso total.
El 24 de
marzo, el presidente ejecutivo de la IATA, Alexandre de Juniac, elogió las
acciones de los gobiernos que habían intervenido para evitar una crisis
de liquidez, señalando que si no se apoya al sector en otras partes, se
produciría un colapso en masa de las aerolíneas que haría imposible
poner en marcha la economía mundial una vez que la crisis termine.
Si bien
continúa el debate sobre si algunos de estos esquemas nacionales pueden
apuntalar la retención de empleos a corto plazo, todavía existe una gran
preocupación por el impacto a largo plazo en la salud financiera de las
aerolíneas después de que se levanten las restricciones actuales.
Incluso en
el mejor de los casos, los expertos predicen una recesión mundial a medida que
el comercio y los viajes internacionales vuelvan lentamente a los niveles de 2.019.
Es idudable que estamos viviendo momentos únicos en la historia de la humanidad y que el COVID-19 nos va a marcar como sociedad.
Las tormentas atraviesan tres etapas: madurez, desarrollo y disipación.
Al igual que ellas, tanto las empresas como sus empleados deberán enfrentar con madurez la situación, sin afectar en lo posible las fuentes laborales, para encontrar un camino de desarrollo en los negocios presentes y futuros, y así llegar de la mejor manera a la disipación del problema que nos atañe, donde el sol nuevamente brillará.
Fte. PinchandoNubes
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